Las siluetas de los cerros se vislumbran
en el confín de la celeste bóveda
y su perfil de bordes caprichosos
insinúan figuras fantasiosas.
Altivos y macizos se levantan
por las riberas del angosto valle
y el río,un hilo de cristal que se desliza
por su cauce que exiguo languidece.
El camino, meandro polvoriento
jalonado por espinos y guarangos
es una estela tendida al horizonte
bajo el prístino azul del firmamento.
Mientras camino absorto hacia mi pueblo
contemplo el río, los cerros, el camino
y veo que el tiempo se detuvo inerte
entre el paisaje, el sol y mis recuerdos.
Es mediodía y el canto de un chaucato
desde la cima de un copioso molle,
con su encendido concierto de gorjeos
me brinda alborozada bienvenida.
!Cuánto has cambiado! me dicen conmovidas,
en su vuelo sutil las golondrinas
y el eco se prolonga en las entrañas
de un tiempo bello, que jamás olvido.
Se fué la juventud, por el sendero
de un mundo donde mueren los sueños
y el niño de ayer, vuelve hecho hombre
a sumirse en la fuente del pasado