Qué mala suerte, la mía:
tener que llevar conmigo
a un cobarde que no quiere
salir herido otra vez…
Le podría aceptar
que no quisiera repetir
la dolorosa experiencia
de sufrir un desamor,
pero me cuesta entender
que se niegue a hacer aquello
para lo que fue concebido;
él, debiera saber bien
que en el juego del amor
se puede ganar o perder,
no debiera desconocer
que toda historia se escribe
con victorias y derrotas,
con ilusiones sin fundamento
y decepciones sin convencimiento…
Qué mala suerte, la mía,
llevar conmigo a un cobarde
que late solo por latir,
y prefiere refugiarse
tras cruel escudo de espinas…
W.P.