Sobre el tapiz amarillo, que las aguas humedecen,
la vista fija en el exacto lugar,
donde formando una cuna, el cielo y el mar perecen,
cada día, como queriendo ignorar,
la telaraña que viviendo otras personas tejen,
gritos de niños que juegan en la arena,
su diario ritual no impide, que sus ojos reflejen
y su pétreo rostro grite la pena.
Al vestirse el firmamento de puntos luminosos,
ella emprende por fin su retirada,
odiando al mar por robarle momentos tan dichosos,
sólo ella guarda… una foto ajada.
® Susana Valenzuela
17-10-09