COMO NUNCA ANTES

Hoy desperté como nunca antes,

un rayo de sol eludió mi cortina

y acarició calidamente mi rostro.

Desperté.

Abrí los ojos de par en par

y salté descalzo de la cama.

Corrí.

Quería asomarme

y contemplar el nuevo día,

un espectáculo de la naturaleza

al que los pájaros ya saludaban

con sus alegres trinos.

Aquel sol no era el de siempre,

era dorado y brillante

como el más puro oro de los dioses,

incluso pareciera conocerme

y saludarme al abrir la ventana.

Era totalmente  imposible,

lo sabía bien,

pero desde afuera,

desde aquel paisaje inimaginable

y nunca antes visto

me llegó lo que solo podía ser

el canto de los ángeles.

Pequeñas luces

 que parecieran jugar entre si

aparecieron en el horizonte

de aquella mañana sin nubes.

Se acercaron.

Sus voces perfectas y cristalinas

cuan manantial de río

tenían una hermosura

nunca antes oída.

Hasta los pájaros

enmudecieron

dejándome solo ante ellas.

De pronto

me sentí distinto,

otro hombre,

un ser que sentía

pertenecer a algo distinto,

formar parte de un momento

único.

Llegaron hasta mi

y ya pude distinguir

de entre su indolente luminosidad

sus grandes alas

de plumas doradas en sus extremos

por el reflejo del sol.

Extendieron sus brazos

con las manos abiertas

y sentí como me elevaba

hacia el cielo.

Hoy morí

como nunca antes.

Un rayo del sol iluminó mis alas

y acarició calidamente mi rostro.