Obsesionado,
por un
anhelo más alto,
quizo conocer una vez,
mezclando como
un don de amor
una clara sonrisa,
a la sonrisa de las aguas
y estremeciendose
brotó del mar,
tiñendo el éter
de púrpura y oro.
El hombre se
conmovió por los
besos de los
rayos del sol,
se llevó su
mano al pecho,
al sentir la
forma de su
corazón en ella,
le dió el
nombre a la belleza.
El sol disipó el rocío
el horizonte
se ensanchó,
el hombre comprendió que
tiene alas la mente
y va más lejos
que la mirada y
que se necesita
una eternidad
para salvar ese
abismo donde
la tierra se mueve,
dominado por
sublime espanto,
le dió
el nombre al infinito.
Sintió que la armonia
es obra de
la voluntad,
fortalecido
en su fé y
orgulloso de obedecer
solo las leyes
del pensamiento,
entonces supo también
nombrar a Dios.
10/02/2002
Autor de la Poesia: sagitaria del mar
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