No es en mi carne que siento el deseo,
es en mi alma de blancos anhelos,
cual lirio a veces, y otras son rosas
que se deshojan en rojas angustias.
Y viene el llanto en salobres nostalgias,
en una lágrima va mi consuelo,
mas en mi rostro marchita el anhelo,
surcos de fuego que escarcha el invierno.
Mi alma que sufre se exalta y extraña,
una ansiedad de ternura me viene,
cual ave herida que busca consuelo.
Es mi alma grande que anhela entregar
un amor puro, de entrega total,
donde estará esa mujer, mi mitad.
Humberto Reyes H.