Confesión de partes

Confesión de partes A la memoria de A. Pizarnik En la mesa donde siempre pierdo la jugada mejor, me azotan las copas que vaciaron tenues labios que jamás llegaré a amar. Allí te espero, en la encrucijada, con la tempestad de las pasiones a cuesta, atiborrada de aves muertas y saltos hacia la nada. 40 flores engalando el ojal, y ninguna florece el poema. El poema maldito que bendice y enjoya las horas. La vida es esa brisa fresca que sopla repentinamente sobre las penas, a veces. Un poco más allá de las expectativas, un poco más acá de las voces queridas. A los ojos del tahúr lo asaltan los caminos truncados, y mordemos el polvo de las manos que herimos. Es la precisa herida de Alejandra la que nombra los cristales del llanto. Aún en los naufragios, retomo las astas de los rincones donde te ausentas. Y te espero, siempre te espero. Al final de mis muertes, al final de mis ansias.