(Al Poeta, Sacerdote y Amigo Heriberto Bravo).
Donde nace tu verso y te abrazan olvidos,
donde el aroma a incienso se convierte en candor,
allí has de encontrarte con los brazos caídos
y en tus labios un rictus que denoten dolor.
Presiento que quisieras lanzar en tus quejidos
los ayes que dolieron cuando te hirió el amor.
Sé bien que todavía te guardas alaridos,
pero sabes callarlos con cariño y valor.
Te escucho en el silencio que deja la campana
cuando tañe tristeza anunciando el adiós.
Te veo en el jilguero que trina en mi ventana,
en el alma de un niño, en los ojos de Dios.
Donde nace tu verso temprano en la mañana,
donde el agua es bendita, donde canta tu voz,
desde allí, no comprendes que eres la fontana
de poetas y amigos; que somos más de dos.