Al final del olvido

¿Qué vas a decirme cuando al final del olvido te siga recordando?. 

Que no sean remilgos y antes que nada prefiero que sean rencores y que estén podridos.


Usando de transporte la venenosa imaginación a menudo recalo en hipotéticos futuros. Ya mis brazos bajarán rendidos y tú, ya entregada sin remordimiento a otras causas, notarás el pinchazo de que te falta algo.


Y es que alguien, en un lugar del mundo, habrá dejado de escribir por ti. No tendrán más tu rostro sus sueños y le sorprenderá la felicidad contra su voluntad y deseos en lugares donde no alcanzan tus cabellos.

Sonreirá la melancolía en sus labios al sentirse así sabiéndose fracasado.


Pudo apretar la mano que aflojó la suya en el pasado. Pudo haberse arrodillado (además de en su habitación) en su presencia pero no podría haber sido más franco con ella.

El día que pudo pensar en ella sin dolor y su nombre no retuvo su respiración sintió la misma calma que alguien sin corazón, tal vez un robot, y eso le hizo mucho bien y notó más ligeros sus brazos.


Y en algún lugar lejano, apenas recordado, brotará una lágrima solitaria, tan triste, tan profunda, tan franca, que solo se atreverá a atribuirla su dueña a una brisa traviesa o a una brizna de hierba.

Y continuará con su vida por donde la domó pero no podrá tapar el agujero que le dejó en el corazón y en el alma la ausencia de la ausencia que hasta entonces sin saberlo la acompañó.