Siento la brisa acariciando mi cuerpo,
siento el agua deslizarse por mi piel.
Miro al Sol que allá en el cielo
de oro y fuego resplandece.
Las olas del mar; reflejo de plata
de un Sol que brilla ardiente.
Calor, viento y agua salada,
arena caliente, arena mojada...
El canto de las aves,
que por el cielo vuelan,
es dulce y suave
y en mi mente resuena
como una concha
que el mar no se queda
y a la orilla arroja
para que todos la vean.
No hay nubes en el cielo,
no hay manchas en el mar,
no hay humo en el viento,
no hay nada por lo que llorar...
Esta es la verdadera felicidad,
apreciar lo bueno de la existencia,
quedarse tan sólo con la esencia
de lo que nos atrae de verdad.