Ya no tendremos tardes de demencia,
ni besos, ni caricias, ni más nada,
pues ya que partirás con la alborada,
llevando de mi lado tu presencia.
Después que separemos nuestras manos,
no sé si habré de verte nuevamente,
tan solo sé decirte solamente,
que no serán los mismos tus veranos.
En el instante en que marches de mi lado,
no habré de sollozar como cualquiera,
pues ya que fui de ti la fe primera,
y el beso más ardiente y entregado.
Te juro que me quedo satisfecho,
después de los momentos que vivimos,
donde la dicha entera compartimos,
y me embriagué del néctar de tu pecho.
En esas noches solas donde acaso,
tan solo el resonar de tu gemido,
vibraba en mi existencia y en mi oído,
envuelto en esa cárcel de tu abrazo.
Tu cuerpo y su desnuda geografía,
el mar de tu mirar y sus dos playas,
jamás me olvidarán anque hoy te vayas,
pues llevan en su tez la firma mía.
Tus labios sin dudarlo se entregaron,
al vino pasional de mis candores,
libando de mi boca los sabores,
que tanto a tu existencia deleitaron.
Por eso aunque te marchas, no me importa,
pues sé que de una forma aquí te quedas,
brillando tu recuerdo en mis veredas,
veredas de una vida un tanto corta.
Por eso el corazón no te reclama,
porque aunque llega acaso tu partida,
en aras de esta extraña despedida,
se queda tu perfume entre mi cama. (2007)