Cosas de la vida

Un día de trabajo como otro cualquiera en una calle empedrada de La Habana, apurada y ansiosa por el día agitado que me esperaba, llega la noticia, inesperada, sigilosa y bendecida… te han aprobado el viaje a España. Eso, que para cualquier cubano de a pie es casi una quimera, se dió tan facil que nadie lo creería. 

Luego de mucha burocracia llega el día del viaje, la distancia, separación con tus seres queridos y el llegar a recibir clases como una adolescente que ya peinaba canas. 

Lo mejor que me ha pasado en mi vida, un viaje, un encuentro, nuevos amigos, la experiencia y el poder transmitir luego todo lo vivido. 

Pero en tres duros meses de estudio surgió el más bonito amor que nadie puede imaginar.  Un regreso a la patria que me vio nacer, un latir de corazones que en la distancia alcanzaban a tocarse con la palabra, un sin vivir esperando respuestas, una locura cuando no había conexión a internet.

El reencuentro en un evento y la iniciación de una relación que duró 18 años fue la historia de un amor incondicional y verdadero que estalló en una boda sin igual. 

La vida es preciosa cuando te hace este tipo de regalos que no esperas y que guardas para toda la vida, pero también es cruel. 

Una mañana cualquiera, sin más, llega la noticia estrepitosa de ese mal que acecha a la humanidad y que cada vez está más presente en nuestras vidas. 

Comienza el sufrimiento, larga espera, tratamientos, esperanzas, hasta un día que la entereza se convirtió en fragilidad y en nuestra peor aliada. 

Un silencio para toda la vida…