Se acuna y se mece
en blancura perfecta,
con toda la inocencia
que la pureza le confiere.
Y así como quien no quiere,
el parque, la fuente
con su decir cristalino,
los pinos y la margen del río
parece que cantaran
en el pensamiento mio
notas lejanas
de blanquisimo suspiro.
Da al espíritu en su neutro
el punto medio,
la virtud que de tan fría
calienta el corazón.
Si al tiempo presuroso
volver la cara pudiéramos,
quien acaso no arrodillaría sus años,
por volver a sentir en las manos
como pendón o insignia del invierno
su blanco colchón.
Que nostalgia no se acuerda,
que recuerdo no se apena
de ver pasar el tiempo
cuando las canas
nos nublen la visión.
Pero tu, momento de un instante,
tan humilde, tan cierto,
en la linde de mi estremecimiento quedaras,
cuando a disiparte juegue el sol.