Crepúsculos, que a imagen y semejanza señera
de locuaces valles de pendientes malogradas
sacude mi alma, y aquellas tristes esperas
que avanzan lentamente perdiendo en tu mirada.
Suaves, vastos y hasta con silentes vanidades
saben a epicentros de conspicuas alboradas,
atardecer de abriles que merodean tus bondades
al descubrir certero la inmensidad de una nada.
Crepúsculos, la otra forma de perder las formas
en donde la variedad sustenta el deseado equilibrio
y al decir de todas las parte que transforma
se siente en plenitud, se rompe cual un vidrio.
Y en cada átomo de su conformación extraña
suceden cosas que ni a tu belleza esquiva,
la caída, el ocaso, la agresión que no daña
ni permite discernir las facultades de la vida.