La divina conocí en el sosiego de ni vida,
doblemente que yo, ésta diosa se muestra tranquila,
el tiempo vive libre, de nadie aún es prometida.
Aun sin espalda, por amor sereno ella cavila.
Una noche dí febril noción de amarla en su reja;
la ventana abrió, sonrisa vi desde la vereda,
insinúe en canción, mi anhelo de ser su pareja,
se me acercó y dijo; -en amor fugaz nadie me enreda-.
Desde la noche aquella, que me mirase consigo,
en confianza ya no digo palabras calculadas,
se funden las almas y dejamos ser solo amigo,
en su torre de Babel soy más alto de las gradas.
Dije adiós a amoríos, deseché todos pasados,
dijo ella; -por ésta razón te estoy queriendo tantos-.
En sentimientos puros ya estamos enamorados,
a nuestros modos amamos sin causarnos espantos.
Amable la vida fluye, ya vivimos sin hastía,
corazones sienten real alegría de vivir.
Dejó de ser promesas anhelados bellos días,
palabras bonitas de entre tus sonrisas puede oír.
Nuestros ojos se funden en profundo sentimiento,
nuestro niño interior juega; y somos nosotros mismos,
se ligan las manos en amable comportamiento,
mientras los cuerpos buscan calor y mejores mimos.
El señor de los fierros
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