Volverán los gorriones,
anidar en los toldos de mis balcones,
y manchar los polletes de mis ventanas,
para que los limpie todos los días por la mañana.
¡Pero bueno!, que manía
ponerse justo ahí, cada día.
Para ventilar, abro las ventanas,
y siguen con sus gorjeos como si nada.
Bueno, que le voy hacer,
cerraré los ojos,
y con mucha imaginación
pensaré que estoy en el campo
entre los matojos,
camino de un río muy caudaloso,
oyendo los jilgueros
por los rastrojos,
corriendo por los prados
llenos de flores,
hasta llegar a un árbol de mil colores,
donde encontré el corazón que grabamos
cuando éramos jóvenes.
Pero no me concentro,
porque el canto de los gorriones
es un tormento.
Cerraré la ventana,
y ya ventilaré mañana por la mañana.