"CUANDO SE VIVE SIN AMOR"
¡Qué frágil es la vida
cuando se vive sin amor! ¡qué espanto!
Nos duele el aislamiento,
la esperanzada soledad,
el ritmo cotidiano, la monótona,
la extrema sucesión de espacio y tiempo
insulsamente helados.
¡Qué frágil y ostentosamente anclada
la vida sin amor!
El cielo sin color, el sol sin brillo,
tensiones, inquietudes...
¿En dónde está la risa placentera?
¿en dónde aquel coraje de guerrero?
¿aquella ponderable fe sincera
que no calcula esfuerzos ni entusiasmo,
ni obstáculos, ni escollos, generosa?
Y el vértigo,
el intrépido,
el intrínseco,
el holgado fluir de nuestro anhelo,
todo recurso incierto
y un hondo desatino en la mirada
hiere nuestra raíz,
contrae, desencaja,
rabiosamente enferma
nuestros sueños deshechos, anulados,
y se pierde la brújula
y el viento se enrarece
en la sombra del misterio
y es el llanto el refugio
y el silencio...
¿Dónde está nuestro Dios? ¿Será en el cielo?
Ese Dios inefable
abriéndose camino en el secreto,
que trueca el hielo en fuego,
la sombra en luz, en alegría el duelo,
el Dios que da valor y aleja el miedo.
El Dios que anula penas,
pesadumbres y tedios.
Llanto febril, desánimo, improperio
que en nuestros labios arde como el ruego
quemándonos, infame desconcierto
incómodo, agitado, turbulento.
¿Dónde está nuestro Dios, el afectuoso,
el bondadoso Dios? ¿Será en el cielo?
¿Dónde esta nuestro Dios, el compasivo,
el que auxilia al enfermo,
el Jesús taumaturgo,
el santo, el que consuela,
el que anda sobre el mar, el que redime,
ese al que el mar y el viento le obedecen,
de las manos abiertas como rosas?
Porque el amor no está, porque se ha ido
y me asedia la angustia de la muerte.
¡Qué fragil es la vida
cuando se vive sin amor! ¡qué espanto!
Se anuncian como hastíos
las horas y se teme al nuevo día.
¡Oh, ven Señor, no tardes, no te escondas
tras la vana apariencia del vacío
que agrede la ilusión, que cala y duele!
¡Qué difícil amar si no nos amas!
¡qué penosa ascención si no nos levas!
¡qué inútil contrición si no perdonas!
Imposible vivir si Tú no vives
o alcanzarte, Señor, si no te inclinas.
Sin tu amor nuestras almas se extravían,
se pierden para siempre enfermas y leprosas
viviendo anticipada
la tenebrosa muerte,
la muerte que repugna a los sentidos.
¡Qué triste es tener ojos y no verte!
Heriberto Bravo Bravo SS.CC (Derechos reservados)