JUGANDO A LOS TOROS
Seis o siete años
tiene el chiquillo,
delgado, larguirucho
como un fideillo.
Con mucha gracia,
y mucha afición
jugaba a los toros
en el corralón .
-Anda, Manolillo-.
Le decía su abuelo
guiñándole el ojo
el muy picaruelo.
-échale más gracia
“pa” que yo te vea,
como juegas al toro
con la regadera.
Y a la regadera,
con el delantal,
y un palo de escoba
empieza a torear.
Su pequeño cuerpo
se yergue con gracia
dando muletazos
con mucha elegancia .
Dos palillos rotos
de una vieja silla
le sirven al chiquillo
como banderillas.
Un pase de pecho,
otro natural,
un estatuario
y entra a matar.
Mira fijamente
a la regadera
con un volapié
la suerte suprema.
-¡Olé! ¡olé! mi niño -.
Le grita su abuelo,
Y el chiquillo saluda
mirando al cielo.
Entre gitanillas
y ropa tendida
ese niño sueña
en que llegue el día
y en La Maestranza pueda torear
con traje de luces
y un toro de verdad.
Carmen Pacheco