Acres gotas de sudor se volatizan,
después de recorrer perezosas, sin prisas,
los contornos desnudos de mi cuerpo abatido, laso,
luego de un infinito tiempo contenido en un abrazo.
Una blonda y desgreñada cabellera,
que no alcanza,
a cubrir el rubor rugoso de las cúspides
de mis estrujados senos.
Entornados los párpados,
mostrando una tierna e impávida mirada,
en tanto, entreabiertos mis labios,
marcan un rictus de placer sin límites.
Cesaron los espasmos,
dejando un monte húmedo y latente,
mientras el lujurioso ambiente desvanece,
silencioso y sereno,
y recogido en un rincón, perece.
®Susana Valenzuela
31-1-12