Culebras celebrantes de la luna

Tengo ganas de verte…
pero no sé dónde…
en este llano abierto
que me separa de tu sombra,
que aparece y huye
dejando esta cadena invisible,
cristalina aguja de lluvia.
Invento entonces una cita…
que es el canto que te canto,
ángel invisible colgado a tu cuello,
magma ancestral de mi existencia,
espacio infinito
que anida un plácido abanico
de momentos vividos.
Renovada en este imperio,
la noche germina en esta calma,
soñando, bebiendo contigo
la libertad de las pampas,
cabalgando en pinceladas nubes,
viendo fantasmas,
creaciones intrapsíquicas,
deformaciones de los sentidos.
Y esta sensación que viene de antaño,
germinando vientos recién nacidos.
Cierro los ojos…
Tu aliento humedece el aire
para que navegue en ese oleaje azul,
bocas no saciadas
culebras celebrantes de la luna.
El cielo gris empuja mi memoria
a tu piel…
Sórdida vergüenza de quien ama
por primera vez desde hace tiempo,
en esta patológica actitud
de absorber tu dorada realeza.
¡Quiero abrazarte en este canto,
y sentir el crecimiento de tus alas,
relámpago blanco que abate mi sangre
empujando mi memoria a tu piel
en este idioma erótico y deseado,
como vos mismo, culto y devoción.
¡Prestame la perenne tibieza de tu cuerpo
no permitas que me caiga
en el precipicio helado de tu ausencia!
¡Y bañarme en tu sangre,
en el callado ardor de tus arterias
y besar tu geografía planetaria…!
¡Salvame, dios pagano,
de este hipotético presente!
¡De este teorema irresoluto,
intacto de lujuria!
¿Cuándo podremos , amor mío,
en esta nube eterna de impalpables sueños,
regalarnos la serena y tibia sonrisa
del amanecer mágico de la libertad?