Decir tanto para que

Porque disimulas sutilmente, mordiéndote los labios hasta lastimarlos,
Obligándolos al silencio impuesto en los cobardes, para no hacer caso
a lo que dicta el corazón, que se exige en inútiles mensajes para agitar tu mente;
saturando las venas en la insistencia absurda de lo que nos supera y atrae,
sin la explicación sensata de seres inteligentes.
Para que sigues luchando en reconocer que mi pluma se desangra en letras barrocas,
Que tu sola comprendes, hallando dudas, alimentando el ego que nos enorgullece
Vanamente……..porque en ellas encuentras la adivinanza secreta que se profana
Cuando ambos conjugamos el mismo verbo, ahí estarán las iniciales ocultas,
del nombre que posees, pero que tan solo tu puedes encontrar, disimuladas;
como se disimulan cínicamente las miserias terrenales, de los que llaman vivientes.
Cuando posees el cariño ansioso, en el esfuerzo mesiánico de los meses que ansían
tenerte. Envolviéndose en la verborrea del poeta erotizado que ama, entronizando
la figura esplendorosa que sus sueños ocupados de ejecutados imposibles.
En un amor silencioso que recibe atisbos de ilusiones que desmoronas como castillos
de naipes; cuando al descuido dejas entrever la necesidad de un amante, que no sería
yo, por las complejas exigencias que no deseas ni pretendes al amarme.
¡Si tan solo nos atreviéramos a gritar nuestros nombres sin temor a la vergüenza reciproca del rechazo, que nos hiere con antelación a los hechos que nos conmueven
Y atraen!
Si tan solo un guiño cómplice dejaras escapar con el suspiro que exhalamos sin querer,
Cuando el agobio nos hace sentir el cansancio del silencio histérico que nos regalamos;
Desperdiciando el tiempo de las caricias que nos sature el alma de regocijo, en el goce
Constante de los amantes.
Y nos hagan olvidar los anillos que marcaron las manos y nos cerraron el corazón;
Con el pérfido cerrojo que la sociedad confiere sin entender el sentimiento poderoso, Que supera la lógica de los idiotas que no quieren.
Si pudieras nombrarme estaría a los pies de la que quiere amarme
Edgardo Ruiz Beldarrain