Esa noche entró la luna por la ventana
en la alcoba que nos cobijaba con ternura,
los rayos parpadeaban luces aromáticas
impregnando alegría al vaivén de tu cintura.
Tu cuerpo destilaba delicias de rocío,
con líquido volátil, prendiendo la fogata
que con su fuego arropó nuestras moléculas
efervescentes para iniciar la cabalgata.
La luna imantó toda la constelación,
para inundar con luces tenues el momento,
tus ojos irradiaban celajes de pureza,
los míos con emoción saltaban de contentos.
Exhaustos nos sorprendió la luz del nuevo día
anunciando con cariño el fin de la jornada,
cerrada con manojo de besos, mil te quiero,
quedando para siempre en mi mente bien guardada. Laureano Marcano N.