Hoy te he visto sentada en el campo
como un ángel tendida entre hierbas
y tantos celos tenía en mi alma
que hasta quería ser la naturaleza;
celoso estaba de que reposar te dejasen
todas las aves y también las praderas
y que te alumbrase el sol por el día
y de que te guiasen también las estrellas.
¡Ay, tanto encanto no concibo, vida mía,
en esta temporada que es la de la siembra,
pues tú, con tus ojos, al admirar el campo
haces nacer el fruto de la tierra
y la gente tiene que estar preparándose
para recibir antes de tiempo la cosecha.
Y tú, sin pensar que estos parajes
estarían sumidos en tinieblas
al alejarte muy pronto locamente
y alejaras tus pasos de esas sendas,
no imaginas que los frutos que nacieron
muy pronto serán cosechados con tristeza.
Yo soy un hombre que camina por los surcos
que destrozaron el odio y las tormentas,
voy siempre triste y deambulando
en búsqueda de la felicidad perfecta
y tan sólo hoy la he encontrado
al admirarte tendida entre las hierbas.
¡Quédate siempre en estos parajes
donde nunca pasan las primaveras,
escucharás también cómo llora el viento
acompañando las notas de mi quena,
y realzarás el campo con tu encanto
y lo realzarás con toda tu belleza!
¡El espíritu del campo está celoso
de contemplar tu carita fresca,
de admirar entre sus matorrales
el encanto y la voz de una sirena,
y todo porque estás en el ambiente
haciendo enloquecer a un poeta!
¡Tu alma tendrá unos quince años
pero eso a mí no me interesa,
pues eres mujer que piensa y siente,
para mí una mujer hecha y derecha;
mas bien eres un ángel que cautiva
con el sagrado fulgor de su inocencia!
¡Cuántas vírgenes te envidian locamente,
cuántos se mueren porque seas su compañera,
y quién pudiera tener aquella dicha
de enlazarte con sus brazos en cadena;
no sé si puedo aspirar a tus caricias
o morir al ver mi esperanza muerta!
¡Yo soy el que te sueña siempre,
el que siempre en tu rostro piensa,
el que está pendiente de tus labios
y de convertir tu vida en novela,
el autor que escribe locamente
y en su obra te menciona y te desea!
¡Te pido que sueñes con mis versos
que hoy son mi única riqueza,
te pido que seas una virgen
que me de su encanto y su belleza,
y así verás que yo florezco
como el poeta más bueno de la tierra!
¡Ay, en verdad no sé ni qué decirte;
estás lejana, pareces una estrella,
estás cercana, pareces una chicas
que los encantos de una diosa encierra,
y no hay nadie que posea tus encantos
ni siquiera algo de tu cabellera negra!
¡Ay, en tus alas donde crece la ternura
dejaré mis empeños y paciencias,
seré un mendigo si tú así lo quieres,
seré un soberano si me amas y deseas,
seré de todo, como un ángel que trabaja
y recoge tu amor en la cosecha!
¡Ojalá un día tú llegues a mis brazos
y yo pueda sentir tu total delicadeza,
si te enojas verás que muere alguien
que vive y vivirá por ti y te respeta,
el ser que te ama como un loco
y para el cual ya eres toda su riqueza!