¡ M A D R E !
Hace ya muchos años cambiaste de morada,
te quedaste dormida sin que te diera un beso,
-marcha sin despedida, sin herir a los tuyos-
hasta el último aliento, la bondad en tu pecho.
Sentí que mis raíces el hielo las quemaba,
mis ramas se doblaban en busca de tu aliento,
la fuente de mi vida se quedaba sin agua,
tu mirada era fría, tu cuerpo estaba muerto.
Después de tantos años, me gusta preguntarme
¿qué recuerdo de ti? ¿qué es lo que siento
cuando mis labios dicen muy calladito "madre"?
cuando pienso en el molde que moldeó mi cuerpo.
Muchos, muchos recuerdos alocados me vienen
de los días felices, de los malos momentos,
de las fiestas en casa, de tantas alegrías
desde aquel primer día que salí de tu seno.
¿Qué recuerdo de ti? ¿Qué me has dejado
como ejemplo y lección, como vida y consejo?
Tu bondad, sobre todo. Bondad de madre buena,
no una bondad cualquiera, sino bondad de hechos,
bondad de cada día, bondad en el silencio,
bondad en la amargura de los tiempos inciertos,
bondad en la alegría, bondad en el regalo
de tu persona entera, sin mirar si merezco
lo que me da tu alma de madre bondadosa,
de ternuras y amores el corazón repleto.
Cuando pienso en "bondad", he de pensar en ti,
con esto me he quedado entre tantos recuerdos.
Quizás den otros hijos otro valor a "madre".
Bondad, sólo bondad. Para mí, "madre" es esto.
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