Parado frente a mi ventana, la que tengo en la habitación,
estuve viendo los copos de nieve, artísticamente formando
un escuadrón de blancura, un espectáculo a la imaginación,
pero también observe los cielos, las nubes y sus formas, vapor…
desde este punto en donde me encuentro, puedo mirar también los techos,
las casas y sus centros, los gatos paseando por encima, la ventana
de la vecina, siempre desnudando su cuerpo, cuando mira que estoy
frente a mi vidriera, viendo, gozando y fornicando con la imaginación, cada mañana me da los buenos días con clases de anatomía
y un beso a lo lejos, que el viento se lleva y no llega a mi habitación. La hija del vecino, la pobre niña coja, la que compra las tortillas
y cada día sale por la alcoba,
esa criatura que me acongoja y siempre que la veo con su cara roja,
tan solo verla, me parte el corazón.
Una insalubre mentira llega a mi memoria, recuerdos de infamias
y caricias rotas, pego las manos a los cristales
y el vaho de mi boca los hace irreales, dibujo siluetas ancestrales,
y en mi delirio… incauto veo como pasan volando los gansos
por los tejavanes.
Los gatos maúllan haciendo un coro de sinfonía,
la escena parece un cuento de melancolía, y viendo la nieve
caer… doy un sorbo a mi café. Me da risa la escena que forma
mi barrio, esos vecinos que viven a mi lado, y sin embargo
pocas veces les hablo.
Cerrando las persianas me alejo de ese gran teatro, cual pequeño
y cual incauto, pues cada día lo tengo, y pocas veces me sorprende tanto.