Los atardeceres que solía mirar,
las estrellas con las que me dejaba divagar
con el tiempo me dejaron de asombrar;
Luego el trabajo y la rutina
provocaron que no las mirara más.
En mi mundo según yo perfecto,
todo giraba para mí, yo era la prioridad,
hasta que un día como cualquier otro
su sonrisa acompañada de sinceridad pude apreciar.
Y gracias a ese obsequio
que me dio tal vez sin querer,
volví a ver deslumbrar aquellas estrellas de mi ayer
y esperar nuevamente los atardeceres
pero compartiéndolos esta vez.
Hoy me he vuelto a envolver
con esa sonrisa tuya, que transforma,
y me despierta un nuevo renacer
y creo que es el mejor regalo que me pudiste ofrecer.