Un niño acaba de nacer, me lo ha dicho una estrella,
es mi dulce chiquitín, decía al abuelito; es una cosita bella.
Salimos corriendo a conocerte,
y qué alegría llevé al entrar en la Arrixaca
un viernes primero de abril a las diez de la mañana.
Al entrar, lo primero que vieron mis ojos
fue un rayo de sol entrando por la ventana,
alumbrando a otro sol que en su cunita se hallaba,
en ella dormía un niñito con dulce cara de nácar;
estaba mi chiquitín, con lágrimas en la cara,
se te encendían unos ojitos, nietecito de mi alma,
graciosos, lindos y bellos, que a todos nos alumbraban.
Cuando te cogí en mis brazos, sentí una gran alegría
al oír decir a tus papás, que Jonás te llamarías,
me pareció un dulce sueño, lo que en mis brazos tenía.
Viniste lleno de luz, de alegría y de cariño,
yo nunca podré olvidar, ese día tan divino,
rodeado de los abuelos, de los tíos y los primos.
Cuando marché a casa, solo le pedí a Dios,
que nadie te haga sufrir, y nadie te haga daño,
boquita de perlas finas, ¡ay mi dulce querubín!
Cuánto te queremos todos, y todos de buena fe,
cómo te adoran tus padres, Jesús y María José,
y yo que soy tu abuelita te digo y te repito,
que te quiero y por siempre te querré.
Espero verte en el pueblo, correr por altas montañas,
librarte de tu camerino y volar como una garza
y ver las verdes praderas, con su encanto perdidas
por el fondo de las sierras.
Solo te pido mi niño, que huyas de todo mal,
y así tendrás en el cielo una sillita de cristal,
una historieta de luceros y un pedacito de pan.
Su abuela - mi amiga
Bartola Clavijos.