Distante, en un suspiro,
no me canso de montar en globo
cuando en los bolsillos
no me queda sitio
para tus quejidos.
Te espero
en las arrugas del tejado,
junto a la miel que desaparece
en la piel que envuelven tus labios.
Te espero en el reflejo
de las notas del piano
bajo la lluvia
que moja tu retrato.
Te espero en el parque
donde de pequeños
tu y yo jugábamos.
En el embalse, en el invierno,
cerca de las flores
donde pisábamos nuestra infancia,
subidos al árbol
donde veíamos el futuro
y crecíamos junto a los azules
de tus párpados,
subidos al árbol
de nuestros sueños.
Y ahora quiero ser,
una ola de cinco metros
y desaparecer en tu cajón,
el poeta que rima sus rimas
con un vaso en las cantinas,
el hormigón que se hace fuerte
con la afortunada suerte,
el libro de tu oración
que imita al miedo
con una canción.
Te espero
donde las historias acaban,
en la puerta de salida
de cualquier lugar.
Te espero
sobre las aguas del río
junto a la sal del mar
en las hojas del otoño
que se multiplican al viajar.