Amo la flor, la sencilla
que nace en cualquier lugar,
la que esparce su perfume
que va de la tierra al mar;
la que lo mismo que un faro
siempre logra iluminar
al náufrago, al marinero
que al puerto quieren llegar.
Amo la flor que se arranca
sin que lo pueda evitar
y se desangra en las manos
de quien la llega a arrancar.
Amo la flor, la más triste,
la que nos hace llorar,
la que se arroja en la fosa
de quien se va a sepultar.
La flor de la serranía,
la que podemos soñar
tan bella como la amada,
tan fuerte como un hogar,
tan frágil como lo bello
que poco suele durar.
Amo la flor, la que canta,
la que no sabe cantar,
la que llora en la alborada
aunque no quiera llorar,
la que se cierra en las tardes
como queriendo guardar
del sol los brillantes rayos,
del viento su trajinar.
La que nace en el pantano o
en un sucio muladar.
La que ya perdió su aroma
a fuerza de perfumar.
La que sueña en ser estrella,
la que dejó de soñar,
la que gime, la que llora
sin saber por qué llorar.
La que vuela por los aires
y no para de volar.
La que duele si la arrancas,
la que arrancas sin pensar
y que acaso a quien la ofrezcas
te la llegue a rechazar.
¡Ay, la flor del limonero,
blanca flor en azahar!
A las flores yo las amo
las del cielo y las del mar.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC