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Categoría: Sin Clasificar

LA HORTELANA EN SU PAZ

 


 


 


 


 


Manchadas los dedos de zarza


volvía de su paso la muchacha,


serpenteando se deslizaba entre


las abras azules e imponentes


y cada mañana despertaba


sorprendida con lo vastedad del monte,


y volvía con su paso bajando lo quebrada.


Era el brazo tostado su lecho nocturno,


 la copa del vino


 el rocío interno del espíritu


En las ásperas gargantas


tocaba el siku la soñadora,


se tumbaban los campanarios


para el lado de su morada.


 


Sola con su familia vivía la hortelana


y solo con su compañía le bastaba,


para llenar el hueco depaz compañera


con un romántico varón un espacio en creces.


Mateaba todas las mañanas


en su ritual sacro,


bajo la sombra de habladores alerces,


convivían en cercanía un pequeño lago


que traía sonar de peces


y cantando amanecían los rojizos gallos.


Cuando los dedos le decían al mate vasta


bajaban del cerro en escalera


arándanos cultivados por los brazos del labriego.


Ella con afanosa virtud y ademanes elocuentes


revolvía hojas y palos en el enroque del matear consensuado


reiniciando la revuelta de la yerba


y la aprobación gestual de algún soltero.


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


Manchadas los dedos de zarza


volvía de su paso la muchacha,


serpenteando se deslizaba entre


las abras azules e imponentes


y cada mañana despertaba


sorprendida con lo vastedad del monte,


y volvía con su paso bajando lo quebrada.


Era el brazo tostado su lecho nocturno,


 la copa del vino


 el rocío interno del espíritu


En las ásperas gargantas


tocaba el siku la soñadora,


se tumbaban los campanarios


para el lado de su morada.


 


Sola con su familia vivía la hortelana


y solo con su compañía le bastaba,


para llenar el hueco depaz compañera


con un romántico varón un espacio en creces.


Mateaba todas las mañanas


en su ritual sacro,


bajo la sombra de habladores alerces,


convivían en cercanía un pequeño lago


que traía sonar de peces


y cantando amanecían los rojizos gallos.


Cuando los dedos le decían al mate vasta


bajaban del cerro en escalera


arándanos cultivados por los brazos del labriego.


Ella con afanosa virtud y ademanes elocuentes


revolvía hojas y palos en el enroque del matear consensuado


reiniciando la revuelta de la yerba


y la aprobación gestual de algún soltero.


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 

Datos del Poema
  • Código: 376047
  • Fecha: 08 de Enero de 2017
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 0
  • Votos: 0
  • Envios: 0
  • Lecturas: 120
  • Valoración:
Datos del Autor
Nombre: RICARDO ALVAREZ
País: ArgentinaSexo: Masculino
Fecha de alta: 06 de Diciembre de 2010
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