Desde un silencio, de hojas atrevidas,
chasquidos de la noche a los que casi se somete
partió rumbo al exilio con sus pesares de vida
y la juventud a cuestas, de dimes y diretes,
en cada maleta las raices y el bolsillo susurrando
los vástagos designios del bastardo movimiento,
oídos que en la tarde soplaban parpadeando
cual ráfagas de cenit pulidas por los vientos,
mentir no cuesta nada, la verdad es tan austera
que a cambio de cariño buscó sus parlamentos,
cayendo en la impostura de un tango que a su vera
le cantó la indeclinable somñoliencia del momento,
y ya en la bajada de un Madrid incandescente
la muestra del paisaje, sus muros, sus estrías,
escaparates del dolor, alas del paciente
tronar de una turbina que calló adormecida,
mirar todo lo nuevo, valerse de alguna espera,
musitar entre burbujas el halo de un lamento,
invocar a los fantasmas que dejó en primavera
masticando la barbarie que hoy suena a impedimento.