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Categoría: Miedo

La Maldición

A la luz de una linterna
que le temblaba en la mano
(producto del nerviosismo)
adentrado en el abismo
de tiempo, recién hallado
en el sepulcro no violado
por nadie, hasta ese día
El arqueólogo leía,
no sin gran dificultad,
geroglíficos tallados
en pulcros bajo-relieves
y después policromados,
recubriendo las paredes
de la cámara mortuoria.
Y a medida que leía,
su rostro palidecía
y un sudor copioso, helado,
dejó su rostro perlado
de una angustia sorda y fría.
En aquel texto decía
el alma del Faraón,
como macabra poesía,
la siguiente maldición:
"A cualquiera que profane
este sagrado recinto
reservado a mi descanso
por los siglos de los siglos,
aquí, como en el AMENTI,
reciba mi maldición:
¡Tu, miserable ladrón,
movido por la codicia
de lo que no pertenece
a tu infame condición,
deberás pagar, por necio,
el inagotable precio
de esta profanación!
No importa que no comprendas
de estos muros las palabras,
desde el momento en que abras
de este sepulcro los sellos,
habrás abierto con ellos
las puertas de los infiernos,
y tus demonios internos
de pasión y de locura
te mostrarán la tortura
de los abismos eternos,
en tu desesperación.
¡No habrá para ti esperanza
ni conjuro que te salve
del poder de mi venganza!
Esta maldición te alcanza,
a ti y a tus descendientes,
con sus sentencias ardientes,
hasta las mismas simientes
de cuarta generación.
Oirás el crujir de dientes
y los peores sufrimientos
de tu alma en los adentros
sin piedad ni compasión."
No pudo seguir leyendo
las siniestras inscripciones,
los dedos se le crisparon
y, finalmente, soltaron
la linterna sobre el piso.
En medio de la negrura,
se dirigió con premura
hacia la única salida;
pero había sido movida
de nuevo hasta su lugar
la enorme piedra molar,
y era imposible la huida.
Sintió que el piso se hundía
y que la tumba giraba
en un vértigo creciente;
creyó escuchar que la momia
en su sepulcro se movía
y que el sarcófago abría
con un chirrido incipiente.
El pánico lo invadió
en aquel negro recinto
y un aire helado y distinto
a su razón trastornó.
Con un último destello
de lucidez en su mente,
pensó en su hijo, inocente,
y sus futuros descendientes,
alcanzados por el sello
del Faraón maldiciente.
Lo hallaron al día siguiente,
delirante y trastornado,
diciendo incesantemente,
con enfermiza obsesión,
que ya estaba condenado
por la negra maldición
del antiguo Faraón,
cuya tumba abrió, imprudente.-
AMENTI: Nombre que daban los antiguos egipcios al mundo de los muertos. ( nota del autor).
Datos del Poema
  • Código: 316053
  • Fecha: 19 de Diciembre de 2008
  • Categoría: Miedo
  • Media: 6.92
  • Votos: 90
  • Envios: 0
  • Lecturas: 1,503
  • Valoración:
Datos del Autor
Nombre: Eduardo Ritter Bonilla
País: MexicoSexo: Masculino
Fecha de alta: 07 de Diciembre de 2008
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