Aquel hogar, un día floreciente,
donde el filial amor se prodigaba,
mi madre, en su interior, iluminaba
con divina luz del amor creciente.
Mi adorado padre, activo y paciente,
con ilusión el campo laboraba;
admirado, respeto profesaba;
nos brindaba amor, cálido y ferviente.
Un día emprendió el viaje sin retorno...
Mi madre, nuestra venerada anciana,
hoy, como siempre, por nosotros vela.
Activa, contra el tiempo se revela;
añora a su amor, su luz nos hermana,
amor y recuerdo gozo en su entorno.
Martín Fuentes Castillo.