Queridos míos, callad por un momento, que ni un solo ruido perturbe el silencio, dejad que la lluvia lave las lagrimas, y una luna plateada se vista de luto, ya que ha partido una poetisa, ebria de sueños.
Se llevó consigo un mundo de ilusiones y de recuerdos, cabalgó las nubes cantando sus versos, trepó por una escalera de peldaños de humo y con una lira en la mano, siempre la esperó su ángel despierto.
Confundieron sus almas en un solo ser, por la calidez de la niña que su pecho anidaba, golondrina de estrellas, que en la tierra soñó solitarias utopías, en suelo estéril y desierto.
No deseó luces ni gloria. Solo amó quedar en la penumbra donde todo se confunde, y así entre tinieblas transitó las horas portando en sus manos ramos de humildes adelfas hechas poema.
Callad, ni un solo ruido perturbe el momento, que la brisa lleve sus rimas al viento, y la sombra fría de este viejo rincón contenga su lamento, se ha ido una poetisa y la noche la llora en silencio.