Sencilla, de corazón solitario, buscando amor.
Cristalina, pura, delicada, abierta al mundo.
Se encontraba junto a la mesa de canapés
con la vista puesta en el muchacho más encantador.
Tenía los ojos tristes. Y pensó: como yo.
Está sólo, también como yo
y necesita amor, como yo.
No podía haber dos amores más puros en la sala
y se dirigió hacia él, lo cogió de la mano y se pusieron a bailar.
Hace más de veinte años que no bailan como aquél día,
que no se miran a los ojos como aquél día
pero en cada momento de sus vidas se quieren
como en ese primer instante en que, cogidos de la mano,
empezó el amor para ellos.