Triste te vi aquel día, a la vez fría. sin sentimientos. Tu alma era dura piedra y tus ojos cristales de hielo; mis palabras sonaron, pero sólo la letanía respondió con su silencio, quise replicar las palabras que no decías; pero te vi tan ida; se me hizo hueco el corazón, como huecos estaban tus oídos a mis palabras. Te dejé ir, te deje marcharte; aunque sabía que hacía mucho te habías ido; como decirte que ya no eras quien yo había conocido, como decirte que mi amor yacía cremado, como cremada estaba aquella dulce mujer de ojos mansos y alma cálida; como decirte que vos no te fuiste, por que hoy eres otra; no eras aquella que se quedo conmigo y te dejó sola. Y creíste que al dejarte ir tú te ibas, sin darte cuenta que tú eres alma mía, creada sobre el espejo de mis deseos y moldeada con mi corazón y mis sentimientos; claro que no eras aquella; tú, la que giro sobre si y se marcho, ya no eras aquella; por que si lo hubieras sido te habrías dado cuenta que las gotas que comenzaron a caer no provenían de las nubes del cielo, sólo eran las lágrimas de las palabras que dejaste sin oír y se las llevo el viento. Por eso te digo que no te fuiste y quedo para mi el molde de aquella bella mujer que a partir de mañana lo probaré en todas cuantas vea, hasta que al igual que el zapato de la Cenicienta a alguna le quepa a medida y allí comenzaré a olvidarte, pero eso será mañana; hoy quiero quedarme con tú recuerdo, el de aquella mujer que ame y aún sentir la dulce miel de tus besos y tú sedosa piel sobre mi cuerpo para mañana olvidarte y no tener tú imagen al besar otros labios. Pero eso será mañana; hoy sólo quiero llorara mis lágrimas de hombre enamorado y con ellas salar la dulzura de tus besos y comenzar a olvidar aquel sueño que ya no soñaré.