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Categoría: Familia

Oda al padre amado

El corazón de una niña adolescente,
reposó en sus manos, mujer decente,
cubrió de historias, aromas y mieles,
llegando a repiques y ecos de campanas.
Llegaste a su vida para contarle,
los logros y las glorias de tu infancia.
Colocaste delantal lleno de flores
y el amor adolescente, en su mirada.
La hiciste tu esposa, a edad temprana;
para luego, cruzar ríos y mares;
en tu desamparo, el mío, padre amado.
Aún niña, cargada de tempestades.
Tú, padre amado, como yo, al volver de costas,
caminar por llanos, mesetas y montañas,
enfrentar la vida, esperar la primavera
miramos los sueños, el tiempo pasaba.
No volviste, la vida pasó deprisa,
mucho más que el oxigeno respirado
en mis sueños, cada momento, un siglo,
creí en un perdón para tu llegada.
Volvía a contar los días transcurridos,
mientras miraba, cada una de tus cartas,
paladeaste de mamá, su nobleza,
hasta que triste de tu adiós, se dio cuenta.
Nunca volviste, soñando en silencio,
recuerdos fugaces que en mi dejaste,
rozaron la tierna edad, en mi vejez,
vivencias hilvanadas, para extraer.
Mi presencia en el lecho de agonía,
cambió lo que fue, después del perdón;
así en tu grito pausado, padre amado
brindaste la paz a mi alma cansada.
En aquel instante, junté uno a uno
los juguetes, los patines compartidos,
aquella muñeca hermosa de ojos tenues,
como el gris azulado de los tuyos.
Me aislé, mirando el vaivén del rompeolas
recibiendo en su espuma vasta y blanca;
la dilatada quietud de tu mirada,
el trasluz de la tormenta que marcha.
En este momento, quiero padre amado,
reunir con las mías tus añoranzas;
como niños viejos, enlazar el mundo,
hasta encontrarte en tierras extrañas.
Como quisiera recorrer la vida,
recoger el fruto de mis logros,
reponer las horas ya gastadas,
en el silencio de aquel desierto.
Ahora, sueño despierta, hablar despacio,
descifrando la triste melancolía,
de aquella tarde, cuando te fuiste padre,
dejándome de nuevo, sin despedida.
¿Que cuánto esperé?, ni te imaginas padre,
ahora que ya no estás, se tornó en nada,
el ayer nunca se fue, quedando siempre,
mil gracias a Dios, por mi amada madre.
Confundida, siempre estuvo mi memoria
el ayer y el presente siempre se encuentran,
mi padre amado, sólo en común, los sueños,
aunque en tu ausencia, tantos recuerdos.
Hilvano todos los días, cada te quiero
que no dijiste, los llevas en tu mortaja,
con ellos, mis sueños, son sólo pasado,
en medio siglo sin tu calor ni cuidado.
Para mi madre, padre amado, un recuerdo
resuenan cual repique de campanas,
cada imagen tuya en sus melancolías,
enredadas cada una con mis nostalgias.
En la niñez la confusión creció y dio fruto,
en la adolescencia y adultez, lo que pasó
con lo que pasa se desdobló en el recuerdo,
como mi amor por ti, creció con el tiempo.
Tu amor padre, junto al mío, huele a primaveras,
pero duele, se despliega y empapa tu ausencia,
en el murmullo, de tu partida, se hizo eco,
en el resonar de campanas, sin despedida.
Datos del Poema
  • Código: 362513
  • Fecha: 30 de Mayo de 2013
  • Categoría: Familia
  • Media: 6.52
  • Votos: 31
  • Envios: 1
  • Lecturas: 1,009
  • Valoración:
Datos del Autor
Nombre: Venecia Dulce Venecia
País: VenezuelaSexo: Femenino
Fecha de alta: 21 de Febrero de 2013
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