No hay clases en las escuelas
(esto, ¡a nivel nacional!)
la ciudad está desierta,
nadie quiere transitar;
el gobierno está en alerta,
no hay gente en el restaurant.
No existe vida nocturna:
bares, antros, "teibol-dans",
todo ha sido clausurado;
está prohibido y penado
reunirse en lugar cerrado,
para el contagio evitar.
Resiente la economía
la parálisis completa
de una sociedad inquieta
que no se quiere arriesgar;
en la calle, el cubre-bocas
es una pieza obligada
y la verdad son muy pocas
las personas despistadas
que no lo quieren usar.
Cerrados los restaurantes,
cerradas las guarderías,
noticias todos los días
de enfermos y defunciones;
en casa las oraciones,
ante el cierre en las iglesias.
Caos general, peripecias,
incertidumbre creciente,
corre el miedo en el ambiente
mientras la televisión
da cuenta en los noticieros
de la triste aparición
del brote en varios países;
los horizontes son grises
en los tiempos venideros.-
Testimonio para la posteridad
de la Influenza Porcina,
México, Abril de 2009.
Eduardo Ritter Bonilla.