Verdiazul de un poema gris.

El pequeño aldabón se vino al lado
clavando mil puñales a aquel silencio
que nunca tube. La mirada atrapó, sus pasos al vuelo. Le quise sonreir a la sonrisa. Y mis dientes volaron tan sin prisa, como una pena que desanda con la tarde...Vine al encuentro, y un beso le planté en su calavera. Nadie te espera-le dije-antes de que cayera de cuerpo entero sobre el primer lucero de la noche...Y su larga cabellera de alma fiera se me vino encima, Y a un paso de mi...se detuvo su ira. Espero ya no verte entre campanas-pensé- y en su maleta de azufre y caracolas le vi echar alas. Mi antigua locura me dejaba solo. Cerré el portón...para no hablar con el asfalto húmedo del puerto. Y otra
puerta se abrió...Quién vendrá ahora, me dije, Y sin voltear la cara le mandé a pasar y ya mis labios secos sonreían...Y una voz
queda se sentó a mi frente...Soy la nostalgia. Dijo.