Colores entran y salen de mi pluma, pero todo lo que escribo tiene el mismo color, una tonalidad rojo dolor. Sigo esperando el momento inolvidable, las palabras más filosas, una puerta en la mirada. Y así se me vuela la vida, se me deshidratan los anhelos, mientras me asomo entre la rendija de una ventana, espero que el viento la haga más grande, para que se escurra mi brazo derecho, para que dibuje mares con mis dedos, hasta que una piel dorada me cubra hasta los pies. Esperar que el tiempo derribe por mí esa ventana hace que me convierta en dependiente de un sueño, en dependiente del tiempo.