Lluvia que de tus luceros brota,
anegando silente gota a gota,
acantilado cálido de tus mejillas,
dibujando de tus labios sus orillas.
Cristal sutil a modo de bellota,
siempre presente, nunca se agota;
son penas o alegrías, sus semillas,
no puedo descifrarlas... las maquillas.
¡Talvez!, si las cosecho entre mis labios,
pudiera yo saber de qué están hechas,
dejad que mis besos sean el cauce,
y mi humilde corazón... el anfitrión.
Por amor, una plegaria al cielo he de elevar;
en mi sangre, una a una habré de convertir,
hasta agotar de tus penas el oscuro manantial
y de mi púrpura savia, alegría gestare.
No llores más, vida mía.
Pero si tu corazón lo ordena,
¡por favor!, que solo sean...
lágrimas de alegría.