De disfraz

Tengo una relación con mi amada esposa,
compañera y amiga las veces,
en la que rige una vida marital
no sujeta a reglas ordenadas.
Sin tener nada físico que refleje nuestro amor
nos apoyamos en que puede ser pasajero
haciéndonos vivir cada momento.
El mío es la soledad cerrada
El suyo es el amor abiertamente:
desde la esfera de un guisante
junto con sus congéneres agrupados en vaina,
pasando por una tropa de guerreros
en defender lo indefendible,
hasta el príncipe en bello carruaje
que asoma la mano para saludar al populacho.
Tanto rebaño me es difícil guardar en la cerca
y se me ocurre como estrategia el disfraz,
de cualquier cosa, que lleve el signo de Dios
para obtener su atención.
Para llevar a mi rincón un trozo de su amor.