Mis versos son vanos, son huecos, vacíos.
Les sobran palabras, les faltan ideas;
te pongo un ejemplo para que lo creas:
"¡Qué grato silencio se escucha en los ríos!"
Mis versos no tienen ni sal, ni soltura,
ni gracia, ni encanto. Son superficiales.
A veces endebles, o bien, siderales,
amargan de tanta, de tanta dulzura.
No son consistentes mis versos. De veras.
Divagan, marean, no tienen sentido.
Si alguno lo tiene, lo tiene escondido
como las semillas en las sementeras.
Acaso les falte del numen la esencia,
tal vez esa magia de la inspiración;
ponerles coraje, poner la pasión,
que rompa la funda de su indiferencia.
¿Qué tienen mis versos? ¡Palabras, palabras!
despojos inmundos, basuras, rastrojos.
Son frágiles, débiles, lúdicos, flojos,
alucinaciones oscuras, macabras.
A veces son fatuos, irónicos, tristes.
Se inventan amores y musas divinas.
Mis versos son rosas repletas de espinas,
cascadas de cáncer, verrugas y quistes.
No obstante, mis versos, cuando los escribo,
me llevan a mundos extraños e ignotos,
a bellos parajes, a insólitos sotos
y entonces, sin ellos, ya no me concibo.
Por eso los quiero, no importa que a veces
parezcan ridículos, torpes y lerdos.
Yo sé que escribirlos no va con los cuerdos,
ni son, amor mío, lo que te mereces.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC