Te fuiste aquella noche tranquilo y en silencio,
lo mismo que una nube después del vendaval,
tus labios balbucearon un calido hasta luego,
sabiendo que tu viaja tan sólo es temporal.
Partiste hacia otros soles más claros y serenos,
donde el azul del cielo se junta con el mar,
a campos verdecidos con flores y cerezos,
en donde tu alma buena se pueda solazar.
Te fuiste aquella noche, dejando por el cielo,
tu límpida mirada brillando en un lucero,
tu risa contagiosa cantando en un jilguero,
la ropa de tu cuerpo colgada de un ropero.
Partiste, y sin embargo tu espíritu sereno,
tu tacto y tu dulzura nos han de acompañar,
tu partida hacia el destino con impiedad funesto,
nos dieron un ejemplo que no se ha de borrar.
Te fuiste hermano querido diciendo un hasta luego
pues tarde o más temprano nos vamos a encontrar,
las almas por afines se buscarán de nuevo,
y en un eterno abrazo contentos no abrazaremos.