Mi voz se perfumó en su oido,
los brazos del mar pintaron su alegría,
los dedos del viento acariciaron sus cabellos,
un beso cariñoso ocultó a la luna.
A su cuerpo lo envolvió la noche,
mi esencia se estrelló contra sus muros,
y fue cálida su alma,
todo se llenó de sinfonía.
Nuestros corazones se templaron en la arena,
en el cielo posamos nuestros labios,
y la luna sembró un retoño.
Los peces danzaron entre las rocas,
felices suspiraron los corales marinos,
y las gaviotas regalaron una melodía.
Lupercio de Providencia