Sigo versando, diez.

(100)

Siempre ante tu presencia,

pusilánime quedaba,

no sabía lo que hablaba,

yo perdía la conciencia.

(101)

Yo, inmerso en la oclusión,

por tu culpa me ofusqué,

luego yo me superé,

viendo en tí, maldad, prisión.

(102)

Tu odio fué injustificado;

detestable aberración,

ésta fué tu vil acción,

a un amor ya destrozado.

(103)

Y si quieres un consejo,

oye bién y asimilas,

no juzguéis por que te digan,

y verás problemas lejos.

(104)

Con lo mismo que tú pagues;

hoy, después te pagarán,

y aseguro exigirán,

que recibas sin ambages.

(105)

Mucho me gusta el desprecio,

cuando creen que yo soy nada,

después río a carcajadas,

cuando entienden que son necios.

(106)

Ya tu forma era irrisoria,

motivado por tu culpa,

no mereces tú disculpas, 

aunque Dios te busque en gloria.

(107)

Permanezco yo agotado,

pero continuo activo,

es que mientras siga vivo,

todo aquí será aclarado.

(108)

Me juzgaste como a un pillo,

ésto claro lo he notado,

y aunque he sido engañado,

sé que oro no es tu brillo.

(109)

Si yo un día te busqué,

era que buscaba en tí,

LA SONRISA QUE PERDÍ,

sin desmayos, por doquier.

Autor: Victor Arias. Envio un saludo afectuoso a Yolita 17 y a Carmen Pacheco. Continúa.