Apartar la negatividad
nunca es sencillo
en este paraíso
de espinas y diamantes,
aún menos
cuando sales de trabajar
un sábado
a las siete de la tarde
después de diez horas
sin parar de bregar
para hacer dinero
que disfruta otro,
y luego caminas de regreso a casa
con las manos sucias,
la cara sucia,
el espíritu sucio,
la ropa maloliente
y la gente que te cruzas
te mira como si fueses
un enfermo en cuarentena
fugado del hospital...
Llego a casa,
el espejo me grita
¡pobre!
Me ducho,
me siento en el sofá,
enciendo la caja tonta,
acomodo mis partes,
enciendo un cigarro,
escribo:
Yo estoy solo
como un dios sin lacayos,
como la fe del que carga
sus esquemas rotos,
yo estoy solo,
pero estoy bien,
me he forzado a olvidar tantas cosas
que a veces ya no sé quien soy,
pero estoy bien,
yo estoy solo
en un mundo desencajado,
fuera se escuchan voces,
un perro ladra,
yo estoy solo,
solo como el retroceso del mar,
solo como un volcán en erupción,
yo estoy solo
en un desierto,
rodeado por tantos...
pero solo...