En tus ojos me perdí,
me perdí, no sé por qué,
y en tus labios pude hallar
la miel que yo busqué.
Derramaste mis deseos,
en el amargo adiós que callaste,
y observaste,
mi llanto de angustia,
Cuando mis ojos contemplaste.
La felicidad tan mía
se quebró en tus labios,
y día tras día soñé tus encantos.
Dormí esperando...
creyendo que era mentira,
pero al despertar, el dolor persistía.
Me clavé en la almohada
y grité tu nombre;
busqué desesperada
tu voz en la noche...
Me embriagué de pena,
de razonable angustia,
y fueron sin quererlo,
de amor... todas mis quejas.
Recorrí tus calles
que un día fueron mías,
y vi en la distancia...
la cruz de mi agonía.
Abandonaste mi vida
dejándome en sombras,
y escuché tu voz,
pero no existía.
Yo casi diría
frustrado amor mío,
que algún día, lejano...
¡ Volverás a ser mío !