Sin prisa pero sin pausa el día se va apagando.
El astro rey ha comenzado su descenso.
En un abrir y cerrar de ojos las sombras invadieron todo lo que me rodea, transformando el paisaje.
A lo lejos se pueden escuchar los últimos cantos de algunos pájaros que se oponen a las sombras y casi con rabia, diría yo, se dirigen a sus nidos.
Noche al fin.
Noche amiga, noche fresca, noche cómplice de los enamorados.
Levanto la vista y quedo hipnotizado mirando el cielo que me cubre y que intenta abrazarme con un inmenso manto de estrellas.
Millones de estrellas milenarias me regalan su brillo y su color.
Diversas formas se han trazado en el cielo.
Sé que esas formas tienen tienen un nombre, pero me opongo a llamarlas por su nombre, esa majestuosidad no puede ser definida por los mortales. no se deben definir, sería limitarlas.
A lo lejos, un gran resplandor va tomando cuerpo y otra vez quedo atónito por lo que veo.
Un enorme círculo blanco, poco a poco va ascendiendo y va sumando claridad a las sombras.
Bella luna llena, luna amiga, luna cómplice de los enamorados.
Hermosa cara redonda y risueña que ya has ganado altura.
Cielo densamente poblado, no hay arte que te defina ni poesía que te refleje en tu totalidad.
Grandioso cielo. eres tu. simplemente tu.
Bajo tu manto de estrellas y con la luna que me provoca, tomo mi guitarra y comienzo a acariciarla. ella canta, gime, grita, llora, los acordes de un viejo blues que la noche y sus fantasmas extraen de mi memoria.
Cielo infinito, tabaco y ginebra. las notas van fluyendo una a una
y vuelan al firmamento como llevando mensajes de amor.
Mi guitarra casi fundida a mi pecho recibe el compás de mi corazón y ya casi en llamas continúa cantando, gimiendo y llorando.
Dios. cuanto té extraño.
Cuanto .
Cuanto.