Aprendí a escribirte.

Aprendí a escribirte con el halo de una excusa

portando un documento de sueños y plusvalías

y decirte que he dormido con tantas musas

como átomos el aire aborve en felonías,

aprendí a escribirte, ufano y recluído,

entre templos de inmensas ambiguedades

y decirte que he besado por abrigo

como gotas de lluvia que inundan las ciudades,

aprendí a escribirte en cada madrugada

asilando espejos en cada menoscabo,

y decirte que lloré en tantas miradas

como gatos en celo que patrullan los tejados,

aprendí a escribirte en mesas concubinas

de alámos tristes de pura melancolía,

y decirte que de tanto parir rimas

me sorprendió la noche cubriéndose de día,

aprendí a escribirte como aprende el ermitaño

a caminar las calles de soledades vacías

con la paz de las tormentas y un desengaño

en cada pasarela cuando dobla las esquinas.